Allá por marzo del 92, hacía poco tiempo que me encontraba
en la provincia que finalmente adopté por hogar, y por gracia y cuestiones de
trabajo me tocó por entonces realizar parte de la producción de lo que sería la
primer entrega de los premios Arandú (sabio o inteligente en lengua guaraní)
para su televisación en el viejo Canal 5 de la ciudad. Por entonces y a modo de
pre-producción la idea era recorrer los domicilios de los ternados de las
distintas categorías para realizar una entrevista y de paso poder grabarles
mientras realizaban alguna de sus obras.
Decirles que por mi corta estadía de entonces no conocía
prácticamente nada del movimiento cultural de entonces no solo de Posadas si no
más bien de toda la provincia, creo que está de más, simplemente recuerdo que
uno de los ternados era Mandové Pedrozo. Ya el nombre me resultó extraño, pero
considerando los elogios que mis compañeros de trabajo decían sobre esta
persona la visita a su domicilio se tornaba interesante. Cuando llegamos, muy
lejos de encontrar una casa digna de una reconocida personalidad de las artes plásticas
por el contrario me encontré con una humilde vivienda en donde una persona
mayor y con signos de no contar con buena salud nos recibía con la humildad,
grandeza y cordialidad que solo las
almas generosas lo hacen.
Mandové mientras realizó la entrevista no dejaba de dibujar,
el cuarto donde tenía su taller era tan humilde como su forma de expresarse,
pero con una sabiduría increíble. Sin saberlo me encontraba junto a una de las
personalidades más importantes y reconocidas de la plástica local y cuyos
trabajos plasmados en cada obra relataban rostros de ancianos o niños (algunos
de la zona de la placita posadeña o del viejo puerto) o caballos cuyas finas líneas
parecían flotar sobre el papel, o simplemente personas en situaciones
cotidianas de las que uno se encuentra en la ciudad. No me cansaba de ver los
trabajos realizados que en su mayoría sin enmarcar se encontraban esparcidos
sobre su mesa de trabajo o hechos rollos y colocados en cualquier parte de su
taller.
Al terminar la entrevista, no se si porque notó mi
entusiasmo al ver como rebuscaba entre los bocetos para encontrar más
maravillas o simplemente por ser parte de su generosidad única, me dijo: “lleva
la que más te guste”…. No aceptó una negativa de mi parte y digamos que por
dentro yo mismo tampoco quería que lo hiciera. Y así fue como mi compañero de
trabajo y yo, salimos del hogar de este genio con obras en nuestras manos y la
alegría inmensa del momento vivido. Mi regalo fue un rostro de una anciana de
la placita, no se porqué aún no la enmarqué o quizá simplemente la quiera
mantener como lo hacía Él….
Pombe
No hay comentarios:
Publicar un comentario