Las misiones jesuíticas guaraníes o reducciones jesuíticas
guaraníes fueron un conjunto de treinta pueblos misioneros fundados a partir
del siglo XVII por la orden religiosa católica de la Compañía de Jesús entre
los indios guaraníes y pueblos afines, que tenían como fin su evangelización y
que se ubicaron geográficamente -quince- en las actuales provincias de Misiones
y Corrientes, en Argentina, -ocho- en el Paraguay y -las siete restantes- en
las denominadas Misiones Orientales, situadas al suroeste del Brasil.
La música y el canto ocuparon un lugar destacado en el
proceso de aprendizaje en cada una de las reducciones jesuíticas. Cada pueblo
contaba con un coro y orquesta. Desde la misma escuela se promovió la
participación de los niños y los jóvenes, mientras que los adultos se
organizaron, en la mayoría de los casos, desde la iglesia.
En los mismos escritos de los sacerdotes participantes de
las misiones, que datan desde los primeros contactos evangelizadores, dieron
cuenta de una "inclinación natural por los sonidos europeos" por
parte de los nativos. A razón de esto es que la música fue concebida como una
"potente arma de conversión, capaz de seducir las "almas
salvajes" para que adoptasen el modo de vida cristiano, transformando
aquellos "feroces leones" en "mansos corderos".
Es así que los indios reducidos fueron eximios cantantes y
destacados músicos que reprodujeron textos musicales tanto de contenido
religioso como profano. Las interpretaciones que los guaraníes alcanzaron con
instrumentos como el arpa y el violín constituyen clásicos de la música
rioplatense.
Así puede citarse a Hara Vale Hava que es una bella obra
anónima para tenor, violines y continuo cantada en guaraní que fue compuesta a
finales del siglo XVII o inicios del XVIII en las misiones jesuitas paraguayas
o bolivianas.
Los guaraníes, además, le dedicaron tiempo y esfuerzo a la
danza. Los danzarines ensayaban desde los seis años, incorporando incluso
melodramas los días domingos y feriados. En las festividades las principales
diversiones justamente consistían en representaciones, música, canto y baile.
A lo largo del siglo XX se tomó una imagen idílica de la
evangelización que impregnó en las artes, naciendo el término de "barroco
jesuítico", el cual fue la idea del resultado sensitivo tanto aural como
visual del sincretismo que se dio entre los nativos y europeos. Sin embargo,
este punto de vista no da cuenta de ciertos puntos muy importantes como, por
ejemplo, la forma en que se acogió y percibió por parte del nativo americano
tanto estas músicas que le son ajenas como las estrategias que usaron los
misioneros de la Compañía de Jesús para adaptarlas a los contextos locales, lo
que en este caso particular, se tradujo muchas veces en concesiones poco
comunes en un contexto de contrarreforma católica, como fue la incorporación en
muchos casos de elementos propios de las culturas nativas (estrategia nada
nueva dentro de la historia, pero sí dentro de este contexto). Estos aspectos
pasaron a integrar un proceso cultural y político bastante amplio, el cual se cargó
de tensiones y conflictos. A pesar de las
particularidades propias de su espacio y su tiempo las misiones generaron
nuevos modos de expresión cultural guaraní tanto en la música vocal como
instrumental y en el baile que son apreciados hasta el presente.
Fuente: Wikipedia
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